domingo, 10 de enero de 2010

In Memoriam...

Hoy, más que en otros años, he tenido presente ese domingo 11 de enero de 2004.

Eran aproximadamente las 7 de la mañana, cuando sonó el teléfono. Contestó mi mamá.

-¿Alo?

-Hola Adrianita.

-Hola madre, ¿cómo estás?

-Adrianita, veníte que tu papá está regular.

Mis papás se pusieron una sudadera y salieron corriendo para donde mis abuelitos. Yo, estaba entre dormida y despierta y me quedé entre las cobijas luego de rogarles a mis papás que nos llevaran.

Dos horas después llamó mi papá. Contestó mi hermano... mientras ellos dos hablaban, mi hermana y yo nos sentamos a su lado y, mi hermano se puso a llorar. Ambas entendimos lo que había pasado, sin embargo, la pregunta tonta salió: Sebas, ¿qué pasó?. Mi hermano no contestó, sólo lloró.

El día anterior, habíamos estado en Centro Chía, cambiando la maleta que Juancho (mi tío) le había regalado a Dani (mi hermanita) para el colegio. Volvimos a Bogotá y mi papá prefirió quedarse en la casa, entonces mi mamá le dijo: voy a ir a comprarles los uniformes a las niñas (era mi último año de colegio y el segundo de Dani) y luego voy a ir donde mi papi. No hubo lío y salimos los cuatro (mi mamá, Sebas, Dani y yo).

Luego de hacer esas vueltas de los uniformes llegamos donde el abuelito. Al vernos, lo primero que nos dijo fue ¡por fin pudieron venir!, pues desde el jueves de esa semana no íbamos y, teníamos la costumbre de ir todos los días. Esa tarde-noche no fue nada del otro mundo... estuvimos ahí con él conversando y viendo tele, estaba perfecto.

Por ser los nietos mayores, mi hermano y yo tenemos la ventaja sobre Juliana, Daniela y Manuela, de tener recuerdos del abuelito sin que estuviese todo el día conectado a un tanque de oxígeno. Tuvimos la fortuna de ir con él y María Elena (mi tía) a trabajar a Cajicá y, que para evitar que nos durmiéramos en la camioneta nos dijera, mij@, esté pendiente que más adelante hay elefantes rosados y, todo el camino, nosotros esperábamos para ver los dichosos elefantes, que nunca vimos, pero siempre nos creímos el cuento.

Otro de mis múltiples recuerdos de mi abuelito es cuando me "regañaba" por untarme la cachetina de mi abuelita. Me acuerdo que me decía "mija, las niñas no se maquillan, ya le llegará la hora".

Otro día, yo tenía una muñeca muy paliducha, para su concepto, y no tuvo inconveniente en coger el pinta labios de la abuelita y ponerle color a las mejillas... desde ahí la pobre Angelina no volvió a ser la misma.

Siempre estuvo pendiente de todos... que comiéramos bien, siempre pretendió que comiéramos más de lo mandado... "¡mija, esta muchachita tiene hambre, mirá a ver que le das!", le decía a la abuelita cada vez que me veía bostezar. A mis papás siempre les decía que me dieran aceite de hígado de bacalao porque estaba muy flaca. (De chiquita siempre fui muy flacuchenta). Que hiciéramos las tareas, que nos cambiáramos al llegar del colegio, etc., etc.. Siempre quiso lo mejor.

Recuerdo haberlo visto bravo,más de una vez, porque los borrachitos de la cuadra en donde vivían le decían a mi abuelita, "ahí va la señora bonita", o "es que ella es la señora más elegante de la cuadra", cuando ella iba o venía de donde Alicia, la señora que la ha peinado, al menos desde que yo puedo recordar.

Cuando ya dependía del oxígeno todo el día, se volvió un televidente de marca mayor. Le gustaba mucho ver las noticias, ver fútbol, el "canal español", que es como le decía, y le dice mi abuelita a TVE y, Fashion TV. Al punto que, una vez, entraron los muchachos del oxígeno a hacer el cambio de la bala y le dice uno "pero es que antes respira don Miguel, con todas esas bellezas ahí en la tv".

Hoy, más que otros días lo extraño, pero sé que donde quiera que esté, está muy bien, alegrándose de cada uno de nuestros triunfos y, pendiente de nuestras caídas y levantadas.

No hay comentarios: