¡Imagínate mami!, pondría ser tan blanca como la nieve y vivir con unos enanos, como Blanca Nieves o, tener una trenza tan larga y rubia como la de Rapunzel y, lanzarla por la ventana de la torre más alta del castillo y, que un príncipe azul viniera a rescatarme. O, ¡mejor aún!, podría tener hadas madrinas tan especiales como las de la princesa Aurora, que no permitirían que nada malo me pasara.
Su mamá la miraba complacida y le decía: Sofi, puedes estar tranquila, no dejaré que nada malo te pase y, estaré para tí siempre.
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Pero la vida es más dura que los cuentos de hadas. Sofi creció y, a medida que el tiempo iba recorriendo su vida, ella se daba cuenta de ello. A sus veinte años ocurrió uno de esos desastres, uno inevitable y que afectaba directamente a su madre, quien le habría hecho esa promesa y, que a partir de ese día no podría volver a verla. Un ladronzuelo, por el afán de quitarle un celular había cometido el terrible error de matarla.
En ese momento, Sofía perdió todo su brillo, su sonrisa y las ganas. Era la niña de su mamá, y ante la ausencia de un padre, su única guía era ese ser que se había convertido siempre en hada madrina, paño de lágrimas, compañera de cine y de risas.
Hoy quizá, nada valía la pena. Ya ella no podría cumplir esa promesa que le hizo cuando era pequeña.
Ahora se enfrentaría a la vida real y no era el mejor momento para hacerlo, pues recién estaba empezando a salir con la gente de su universidad. Comenzó a beber exageradamente y dejó que la pena se la llevara. En una de esas tardes de parranda luego de la universidad lo conoció, era Felipe Pombo, un joven bien presentado y que frecuentaba la universidad , pero nunca se le veía en clase. Tenía lujosos carros y en la universidad se oía el rumor de que hacía parte de un peligroso grupo de la ciudad que traficaba con droga, por eso nunca se le veía sin plata como le solía suceder al promedio universitario.
Felipe era muy galante y esa misma noche que se habían conocido, le propuso llevarla hasta la casa en una de sus camionetas y, para asombro de ella, Felipe no se había comportado con ella como todos los que le habían propuesto llevarla... todos querían besos y posterior sexo casual. Él no, con un simple beso en la mejilla y un nos vemos mañana, se había despedido desinteresadamente.
Sofía no sabía que pensar... Felipe era súper churro y ella se moría cada vez que lo veía... las mariposas hacían fiesta en su estómago. Sin embargo y, debido a los rumores siempre tuvo miedo de acercarse más a él.
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Su vida se había transformado de una manera absurda. De sus sueños de cuentos de hadas, en los que ella era una verdadera princesa, había pasado a un mundo desolado y triste en el que, ni siquiera su madre estaba ya para guiarla.
Los días de Sofía, de un momento a otro se habían convertido en lo que ella siempre temió: comunes y corrientes. Había logrado cuadrar su horario, para tener las tardes libres para trabajar. Dictaba asesorías en diferentes programas de diseño, una de sus pasiones, para poder subsistir. Casi no tenía amigos y sus conocidos, generalmente, eran un número de inmaduros y consentidos con los que no le interesaba tratar. Ya tenía suficiente con sus líos de alcohol como para lidiar con los de los demás.
Un buen tiempo había pasado desde la última vez que había visto a Felipe Pombo; podría decirse que simplemente había sido como una ráfaga fugaz, hasta ese buen día de marzo en el que...
Felipe apareció ensangrentado en la puerta de su casa. Golpeó afanosaente y gritaba desde la puerta SOFÍA, SOFÍA AYÚDAME, realmente traía afán. Casi tumbado en la puerta seguía golpeando hasta que Sofía bajó y por fin le abrió. El pobre estaba extremadamente agitado, casi no le cabía en sus pulmones cada respiración que hacía.
Pero, ¿qué pasó? le preguntó Sofía, a lo que Felipe le respondió Acabo de matar al jefe, el patrón del país. Sofía seguía sin entender...
Lo hizo entrar a la sala. Le pasó una toalla para que se limpiara la sangre que cubría sus manos. Buscó un vaso de agua para él y uno de whisky para ella. Se sentó a su lado y, mirándolo a los ojos le preguntó los detalles de lo sucedido.
¿Cómo así que alguien tan insignificante mató al patrón?
¿Quién es el patrón?, ¿El Presidente?, ¿Un narco?
Todo daba vueltas en su cabeza y, realmente le costaba creer toda la narración de Felipe, que más parecía una escena de película que algo sucedido en la vida real. Había balas, persecuciones en carro, escoltas, hasta una explosión alcanzó a nombrar.
Y, ¿cómo lograste escapar?
Corriendo...
Eso le sonó bastante sospechoso. Decidió esperar a que Felipe se durmiera y, decidió salir a recorrer los sitios de su narración, que no quedaban nada cerca.
Intentó llegar a ellos, pero le fue imposible... la Policía había cerrado cuadras enteras. Salió corriendo de ahí...
¿En qué momento dejé entrar a un asesino a mi casa, que se acostara en mi cama? y, peor aún ¿en qué momento dejé de temerle y permití que entrara en mi vida? se reprochaba durante el camino de vuelta a su casa, que le pareció más largo, frío y oscuro que cuando iba.
Tenía un mal presentimiento.
Cuando por fin llegó, en la puerta de su casa, la estaba esperando la Policía. No la dejaron entrar, se la llevaron para la estación. Querían saber ciertas cosas...
Le preguntaron de dónde conocía a Felipe, qué tipo de relación tenía con él y cuánto tiempo había estado viviendo con él. ¿Viviendo con él? Para Sofía no había nada más descabellado que eso. Ella había dejado de verlo desde aquella vez y su mundo era totalmente aparte del de ese hombre que en algún momento le llegó a interesar.
Desesperada por no saber qué pasaba realmente, comenzó a gritar, tanto que tuvieron que calmarla y devolverla al psiquiátrico donde había pasado una buena temporada varios años atrás.
Los trastornos mentales que Sofía sufría la habían hecho pensar que Felipe, su esposo y padre de su bebé era un criminal. Todo había estado en su cabeza. Las calles que recorrió nunca estuvieron llenas de policías y, Felipe nuca mataría a nadie...
Todo lo había imaginado. Como había pasado dos semanas atrás cuando fue al trabajo de su esposo y...
Sintiéndose Rapunzel, como en su infancia, decidió asomarse por el inmenso ventanal de un vigecimocuarto piso, e intentó extender su inexistente trenza, para que Felipe, su príncipe azul subiera a rescatarla de las garras de la terrible bruja que, la torturaba, como en los cuentos de la infancia.
Muchísimas gracias a @Karen_Abello (Karen Abello), @state_of_mind (Naty Marenco) y @N0ta_mental (Camilo Andrés), por ayudarme a construir este cadáver exquisito para celebrar mi segundo aniversario como inconstante bloggera.
1 comentario:
Felicitaciones!!! :D
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